miércoles, 5 de septiembre de 2018

The perfect gift



you stopped seeing me while i was staring at the galaxy of your eyes


i had this friend once in a job
we worked together at this bar
his birthday is on december 3rd
and he lives in la matanza
but i guess that doesn´t matter
cause this poem ain't about him

i'll just tell you a little story
of how i got him the perfect gift

i had this friend once in a job
who didn't know i had a plan
i decided i was going to spend the night
at his house by his invite

he had flowers at his balcony
and earl grey strands in the bedroom
he had a cat he called Meme
and me sitting on his bed

in the middle of a trip
we discussed the perfect gift
and then just a week later
i waited him in a train station seat

we were starving
and when we sat at the table
a Christmas song started playing
and so it seem cool if we baked
to the birthday boy a cake

two days later
i showed up at his building
the first time
of many nights
we would meet at that front door

he cooked for us
one of my favourites
and in the middle of a sentence
he stared at my eyes
while i stared at his everything

that afternoon we didn't bake any cake
cause instead he touched my soul
and that day i fell for him

that afternoon we went to work
cause else how would we pay for weed
and that day we smiled

that night we sang our friend a happy bday
cause that's how i planned the whole thing
and that's how we got him the perfect gift

jueves, 16 de agosto de 2018

Brisa.

Apareciste un día y me cautivó tu belleza.
Nadie te vio llegar.

Te grité como nunca a nadie antes.
Me escuchaste y me abrazaste cuando más lo necesitaba.
Te confesé aquello que jamás había podido decir a otrxs.
Me ayudaste con simples palabras.

Apareciste cuando ya nada tenía sentido.
Apareciste cuando quise dejar de ser.
Apareciste en ese baño cuando todo estaba a punto de terminar.
Apareciste y te fuiste dejando tu marca en mí.

Fuiste en mi vida un breve momento.
Fuiste quien no supe que necesitaba.

Fuiste breve y concisa.
Fuiste una brisa de viento que con su paso purifica.

miércoles, 11 de abril de 2018

Una noche.

Sus besos saben a terciopelos y sus cabellos son casi tan suaves como la brisa.

La sonrisa imprevista se me atraviesa en la mirada.

Sé que deberíamos cambiar de posición pero sus labios son mi nueva adicción.

No quiero soltarle. No quiero alejarme.

Es casi tan único que me hace cuestionar qué es lo real.

Lo encontré en una ciudad llena de toxinas, vicios y egos.

Quiero quedarme acá por un eterno instante.

Quedarme viendo esos ojos que lagrimean compañía y sosteniendo un poco el alma que implora comprensión.

¿Que niego?
Niego.

¿Que siento?
Siento.





viernes, 6 de abril de 2018

Coraje, aunque también cobarde.

A veces me siento débil. Siento que no quiero seguir acá. Todo se me hace más difícil. No hay motivaciones y ya nada tiene sentido. Quiero desaparecer. Quiero que mi corazón deje de bombear. Quiero dejar de respirar. No quiero volver a despertar. Todo aquello que en algún momento me incentivó, deja de tener color. La nitidez no tiene lugar en mi visión. Hasta ya ni me caen lágrimas. Dejé de sentir angustia, sólo siento el dolor de aparentar estar viva.

Y de pronto me doy cuenta que estoy loca. Sí, enloquecí. Aparece esa voz, aquella que me guía cuando todo es oscuridad. Su voz se hace escuchar por encima de todos los demonios, que a diferencia de ellos, me habla con calma. Me transmite paz y me abraza con delicadeza, uniendo todas las piezas que rompí en el camino.

A veces me desconozco. Me trago el mundo. Todo resulta cálido y llamativo. Mis ojos perciben una diferencia de contrastes, todo se ve con más color, pero suave a la vez, como si un brillo resplandeciente se adueñara de mis pupilas. Estoy llena de paz y mis pulmones inflan mi pecho como creí que no volvería a repetirse. Vuelven mis pasiones. Vuelvo a escribir, vuelvo a cantar, vuelvo a dejar de sentir culpa por creer que soy lo que no me define. Vuelvo a reír. Vuelvo a valorar todo lo que luché.

“Persevera y triunfarás”, dicen algunos. Perseverancia. Que palabra rara. Porque un día estás deseando que el dolor acabe, y te volves cobarde. Todo duele. Todo. Y después te das cuenta: valen la pena los días de mierda. Si no existieran, ¿cómo íbamos a valorar esa fuerza que nos lleva a lo mejor de nuestras vidas?


jueves, 22 de marzo de 2018

Despierta.

Volví a verle después de tantos meses. Extrañaba tenerle cerca. Se veía igual que siempre. A veces su pelo es tan revoltoso que parece tener vida propia.

Desde que le conocí, siempre fue una persona despreocupada. Pero esa noche noté algo distinto en sus ojos. Recuerdo que dobló por ese pasillo buscando un baño que no existía.

Cuando me vio, noté esa mirada que me atontaba. Perdió el equilibrio mientras se acercaba y en un segundo estábamos sentados en el pasillo de una casa que nunca conocimos.

Tantas veces nos tuvimos cerca pero reaccionamos con diferentes miedos.

Aquella noche me abrazó, me acosté sobre su hombro y me dio un beso en la frente con un susurro que formaba esas dos palabras que siempre supe y a la vez sentía.

¿Y después? Después no hay más que oscuridad. El silencio se volvió ensordecedor. Quería despertar para mantener el recuerdo a salvo. Pero la euforia lleva consigo su propio temporizador.

De a poco la memoria remarca breves detalles. Y a medida que corren los días voy perdiendo ansiedad.

Pierdo colores, y así la imagen se vuelve monocromática. 
Pierdo piezas del acertijo al que me acerqué.
Pierdo olvidos, y así vuelvo a recordar por que nunca fuimos.
Pierdo falsas ideas que me dejó creer para su regocijo.

Por ganarme su tiempo, perdí a mi pequeña interior.
Ella que me aconseja sabiamente cuando me hago bolita.

Ella se perdió y volvió a viejos hábitos.
Ella se perdió, tan sola e insegura estaba.
Ella se perdió, y casi se apaga mi mundo.

Vagabunda, así la llamaron alguna vez.

Ella no quería esa vida.
Ella quería volver a casa.

Hace no mucho la encontré llorando en mi cama.
Quién sabe cuánto caminó para llegar salva.




lunes, 15 de enero de 2018

Prólogo.

Cuando era pequeña creía en el amor. Ese que veía en las películas y en las obras de Shakespeare. Ese que si te era arrebatado te arrancaba una parte fundamental de tu alma.

Creía en un amor que desconocía. Luego vino mi primer amor. O al menos eso creía que era. Creí que era amor. Fue en cambio un apego hacia la idea del enamoramiento. Y como es sabido hoy, algún día me iban a romper el corazón. El primer estruendo que no supe que iba a tener lugar.

Con el transcurso del tiempo fui conociendo nuevas personas que se asemejaban a la idea del amor. Eramos tan simplemente niños y nos faltaba tanto por conocer. No estábamos listos para semenjante responsabilidad. Y si nos hubieran detenido, hubiéramos hecho hasta lo imposible para hacer lo que sentíamos nos iba a completar.

Mi interior se quebrajó varias veces. Pasé varios días intentando estar bien y seguir con mi vida. Pasé también muchas noches llorando a escondidas hasta quedarme dormida.

Los años me hicieron más fuerte y decidida, y a la vez, más dura, fría y cínica. 

Una noche una persona se me acercó. Me parecía linda. Me hablaba y yo le respondía. Los días pasaban. Nos fuimos acercando más. Decidí abrir mi corazón y darle por primera vez la oportunidad al amor, si es que éste realmente existía. Pasamos tiempo juntos. Me hablaba de su familia, su pasado, sus sueños, lo que le molestaba de su vida y quería cambiar. Me preguntaba sobre mí. Él cocinaba para nosotros y yo prestaba mucha atención a cada movimiento suyo. Cada detalle me enamoraba. Lo veía como una danza que nadie mas que él sabría bailar. De esa coreografía yo era la mejor admiradora.

Pero como mencioné desde un principio, algún día me iban a volver a romper el corazón. Nada dura para siempre y muchas veces elegimos, inconscientemente, la negación. Porque es más fácil aceptar lo que nos hace sentir cómodos. La realidad puede ser bastante difícil de afrontar. Mi realidad es mi verdad. Mi verdad no es la ajena.

martes, 9 de enero de 2018

Angoisse.

Me disuelvo con cada gota que derramo.
Me deshago un poco a cada momento que pasa.
La sal de mis lágrimas saben casi tan vacías como lo que tuvimos.
Los nudos en la garganta me rompen por dentro.
La agonía me atrapa y no sé cómo salirme de ella.
La angustia llegó mucho tiempo después.
Angustia. Esa palabra me retumba en los pensamientos.
No te lloré cuando estabas cerca.
Ahora no sé siquiera donde estás para alcanzarte.
Ahora somos desconocidos. Estoy segura que de mí no te acordás.
Yo me acuerdo de vos. Me acuerdo cada detalle útil e inservible también.
Pasó más de un año y digo haberte superado.
Pero dentro mío sé muy bien que si vinieras pidiendo otra oportunidad, no diría que no.
Me siento libre al fin de todo lo ocurrido y de quienes nos rodeaban.
Pero de qué me sirve toda esta libertad si mis pensamientos te traen de vuelta para sentirme miserable.
Te quise. Te admiré. Te puse ante un pedestal que no merecías de mi parte.

lunes, 8 de enero de 2018

Hábitat.

Me acuerdo de cuánta razón la chica de los videos tiene en cuanto a tanto.
Me doy cuenta de las veces que usé sustancias para olvidarme de la realidad, del dolor, de la angustia.
Pienso cómo me sana la taquicardia y el llanto y los temblores.
Recuerdo cómo sentí necesitarla para transportarme a una sanidad inexistente.
Encuentro otras maneras de manejar las tristezas.
Me felicito por transmitir alegrías.
Me refugio entre palabras y artesanías.
Calmo con real naturalidad.

Eso no quita las ganas del hábito.
No podría ignorarlo.
No es que tampoco quisiera.