jueves, 30 de mayo de 2019

26.

Ese día desperté sin ganas de seguir.
Pero no me quedaba otra
porque ya era grandecita
y tampoco aceptaba
limosnas de mamá.

Me levanté como pude
como supe
como quien no quiere
seguir sufriendo.

Sentí un esclarecimiento
cuando jamás llegó ese bondi.
Asi que cambié mi plan.
Me fui hasta allí.

Me recorrí una parte
de este conurbano
que suele verse
desde la clandestinidad.

Supongo que ya iba
con la idea
en la cabeza
porque cuando lo vi
mis sentidos florecieron
y me sentí después de mucho tiempo
algo un poco viva.

Pasó un mes de ese día.
Ya no estaba más con ella.

Tomé el colectivo
que aquél día no había llegado
y caí en una esquina.

Yo sabía que él no me quería
y su seriedad no lo ocultaba.
Le dije cuánto me fastidia
que me rompan las pelotas
mientras subíamos por el ascensor
y fue ahí cuando sonrió
y mi realidad no era más que una ilusión.

Fueron días
intensos
eternos
infinitos
llenos de luz.

Me contó
lo dulce que sabía.
Me endulzó
la verdad que cometió.
Me atrapó
pero fui sabia.

La mujer con la que compartía
su cama
se volvió llena de locura
se volvió recelosa
se volvió su pesadilla.

Pero si le vivías metiendo los cuernos
y se rió.
Tenés razón
pero ahí no terminó.

Me contó muchas historias
que realmente no me interesaban.
Me contó de conquistas
y yo sólo quería salir de ese lugar.


Me invitó a conocer a sus amigos.
Me incentivó a probar.
Su mirada relucía
a la luz del brillo
que el sol producía
en ese lago.


Quemamos
lo que me había quedado
porque era la única manera
que había encontrado
de escucharlo
hablarme sobre su caos.


La noche anterior
arrebató algo de mi ser.
Me sentí sucia.
Me sentí indigna.


La noche anterior
quise volver a morir.
Me sentí culpable.
Me sentí responsable.


Me dijo cuán madura
le parecía.
Mi mentalidad
superaba
cualquiera que hubiera conocido.
Y sabía que era mentira,
porque ya lo había escuchado
pero no creí jamás
que llegaría a esa instancia.


Sentí miedo.
Quise desaparecer.


No sé cuántas veces
recibí mensajes
que jamás fueron leídos.


Me alejé.


Yo no merecía
ese dolor.


Yo soy mejor
que la compañía
en la noche
con una cuchara
hiviente
ferviente
hiriente
que consume
para no avanzar
y ser alimentado
y cuidado
y arropado
como el niño
que esta sociedad
ha creado
para que les seamos
servibles
útiles
dignas de un hombre
que no hace más que rebajarnos
y golpearnos
por lo bajo
puertas adentro
sin contacto
sin cosentimiento
pero con repulso.



Lorem ipsum is simply dummy text of the printing and typesetting industry.