lunes, 9 de enero de 2017

Insomnio.

Mi despertador está listo para chillar en unas cuatro horas. Debería estar durmiendo, se supone, descansando. Maldito insomnio que me incentivó a encender este aparato sin siquiera pensarlo. Cargar esa película que a una adoptada mamá prometí ver por recomendación. Abro youtube y Closer me puede porque ni me interesa esa fama que le crearon a Halsey pero su voz me deja amándola por tan angelicales vocales. Que estoy haciendo tiempo realmente para evitar ingerir alimento. Que hace semanas dejé de comer lo que puede llamarse normal. Que no puedo controlar estar sufriendo por distintos miedos. Que me cuesta actuar a veces como realmente soy. Me cohíbo sin quererlo. Que el tema que sigue me recuerda al venezolano. Que si todos supieran lo que es sufrir por miedo de volver a viejos hábitos. Pero a quién le importa la vida del otro, ¿no? Pongo excusas. No tengo hambre. No tengo apetito. No tengo hambre.


Muero de hambre.

Me encantaría poder probar bocado sin sentir asco. Que las cicatrices no son todas por el felino. Que el filo puede volverse una peligrosa obsesión porque el dolor físico logra vencer al dolor emocional. La lógica no comprende a la mente. Yo me quedo despierta. Sigo de largo. Me la doy en la pera. Con tal de olvidarme de la realidad empiezo a experimentar sustancias a las que antes me negaba. Ya no me importa, la verdad. De qué me sirve reprimirme por cosas que no van a tener relevancia si en algún momento voy a dejar de existir y sentir diferentes vivencias espero conseguir.

Sentir. De eso se trata mi día a día.

Siento. Vivo. Siento la vida.

Y la cabeza ya me da vueltas. Esto no tiene sentido y tampoco que me leas. Pero tampoco interesa. Si al menos te dejé pensando en algo, mi objetivo ya se cumplió. Buen día.


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